Sobre la contaminación
Por: Yandí Luzardo.
A nivel planetario y
especialmente en el Valle de México estamos sufriendo una degradación acelerada
del medio ambiente, provocada por la infracción constante de todos a las leyes
que regulan los procesos físico-químicos de nuestro mundo.
Como este es un problema que lejos de resolverse de manera radical se le dan soluciones aleatorias, crece, al grado que ya constituye una amenaza para la sobrevivencia de la especie humana.
Como este es un problema que lejos de resolverse de manera radical se le dan soluciones aleatorias, crece, al grado que ya constituye una amenaza para la sobrevivencia de la especie humana.
La gran dificultad de
resolverlo obedece a que se va a las consecuencias, a los efectos de procesos
socio-económicos y culturales, sin atacar lo que genera el problema, intrínseco a una cultura que debe renovarse en sus valores, conceptos, actitudes y
conductas de manera colectiva e individual.
Es preciso conocer a
fondo el mecanismo de las Leyes Universales que rigen, sustentan y garantizan el
equilibrio del Edificio Universal, para no infringirlas y evitar las sanciones
de las mismas, que se reflejan en pérdidas de bienes de todo tipo y en
sufrimiento.
Como decía el autor de la
Logosofía: Carlos B. González Pecotche, las Leyes Universales que rigen todos
los procesos de la Creación y que abarcan el plano físico, mental, moral y
espiritual y que son expresa Voluntad de Dios, son absolutamente
inexorables, excelsamente justas y eternas. Su desconocimiento lleva al hombre a
infringirlas constantemente y luego individual y colectivamente estamos sujetos
a sus sanciones.
No basta con
arrepentirse, aunque sea en forma plena para evitar dichas sanciones. Aunque
todos los defeños nos arrepintamos de corazón por la contaminación que
producimos en el D.F., solamente ésta desaparecerá si dejamos de contaminar, o en
otras palabras, si ya no cometemos los errores que ameritaron la sanción de la
Ley.
Como todo problema
grave, su solución implica la participación
de todos los sectores de la sociedad, pero insistimos,la misma estará sujeta a
nuevos valores que impliquen otra forma de vivir individual y colectivamente.
En sociedades como la
nuestra estamos acostumbrados a ser acomodaticios con disposiciones y
ordenanzas que tienen en teoría por objeto el bien común,esperando siempre que
sean terceros los que carguen con el peso de los desaciertos,sin involucrarnos
en primera persona en cuando al grado de responsabilidad que nos incumbe. Por
otra parte el ostensible deterioro moral que se refleja en amplios sectores de
la sociedad, lleva a eludir sistemáticamente compromisos y obligaciones, siendo
su consecuencia la corrupción generalizada que lejos de resolver los problemas
los agudiza, y esto abarca sin excepción a todas las clases sociales.
Las leyes universales nos
están indicando que no podemos continuar por el camino que vamos, que los problemas físicos obedecen a
causas más profundas que radican en valores equivocados y un déficit de
saber, de conocimientos trascendentes que son al fin de cuentas los que
iluminando la vida,permiten un comportamiento más a tono con nuestra condición
de seres sensibles, pensantes y conscientes.
Mientras estemos atados a
objetivos meramente materiales, pretendiendo beneficiarnos personalmente aunque
ello implique un daño a terceros y no cultivemos sistemáticamente los
sentimientos superiores que nos impulsen a una acción solidaria hacia la
humanidad,estaremos dando vueltas a un círculo vicioso en el que aparentemente
nadie puede escapar.
Se impone entonces a la
brevedad un cambio radical en nuestra conducta como paso previo a la solución
de este problema que por necesidad tendremos que resolver, así como dedicarle el
tiempo y los medios indispensables para tal fin.
Es la opción entre
escoger un futuro mejor para las generaciones que nos sucedan o asegurar la
desaparición de la especie del privilegiado mundo que Dios legara a los
hombres.
Por todo ello
consideramos oportuno recordar para cerrar estas reflexiones con un sabio
axioma del pensador aludido anteriormente:
"Los problemas muchas
veces dejan de resolverse, no porque sean difíciles o insolucionables, sino
porque se carece del valor y grandeza de alma necesarios para encarar las
soluciones que los mismos problemas invitan a adoptar."
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