¿Tienen ciertas palabras funciones específicas?
Por: Carlos B. González Pecotche
Artículo publicado en Revista Logosófica en marzo de 1944 pág. 31
Es digno hacer notar la acentuada diferencia que se ha establecido desde tiempos muy distantes entre la palabra "cerebro" y la palabra "mente". Parecería, a juzgar por la acepción corriente, que se ha querido distinguir la una de la otra atribuyéndoles una especie de función específica. Cuando se quiere, por ejemplo, destacar la figura científica o política de alguna persona, como también acontece en las esferas sociales, en el mundo de las finanzas, se dice que "es un gran cerebro" o que "tiene un cerebro privilegiado", sumándose así los calificativos de encumbrado rango con que se nombra al agraciado para diferenciarlo de los demás.
En cambio, cuando es a la inversa, cuando, como reza el dicho común, alguien "pierde los estribos" y echa a rodar la razón sin rumbo, se lo señala como "alienado mental", o sea un demente, o se manifiesta que padece de perturbación mental. Nunca, en estos casos, se menciona al cerebro, como si éste nada tuviera que ver, o tuviera funciones específicas diferentes a las de la mente.
En cambio, cuando es a la inversa, cuando, como reza el dicho común, alguien "pierde los estribos" y echa a rodar la razón sin rumbo, se lo señala como "alienado mental", o sea un demente, o se manifiesta que padece de perturbación mental. Nunca, en estos casos, se menciona al cerebro, como si éste nada tuviera que ver, o tuviera funciones específicas diferentes a las de la mente.
Es curiosa esta discriminación, precisamente, por provenir de un acto discernitivo de la propia mente humana, cuya propiedad reflexiva está íntimamente ligada a la actividad cerebral. No obstante lo señalado, debemos reconocer que de dos o tres años a esta parte, grandes estadistas y hombres de gobierno, al referirse a los problemas que se van presentando a la inteligencia en virtud de las bruscas transiciones que están experimentando casi todos los pueblos del mundo, se refieren a la mente, asignándole el carácter de rectora de todas las actividades humanas. Se viene dando, pues, a la palabra mente, la jerarquía y rango que le corresponde entre el número de sus hermanas del lenguaje.
La Logosofía ha sostenido este criterio desde hace más de catorce años, al determinar las funciones de la mente y demostrar, hasta la evidencia, su papel y el que asimismo desempeñan los pensamientos como entidades autónomas del mundo mental. Hoy ya es más común escuchar referirse a la "mente esclarecida" o "mente privilegiada" de éste o aquél, como también a la "visión mental" o "claridad mental", lo cual prueba cómo ha evolucionado el concepto sobre la palabra mente y lo que ella significa en su acepción más amplia, para la razón individual.
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