Sobre las Leyes Universales
Por: Yandí Luzardo Alvarado
“El hombre establece contactos con las leyes universales por medio de la conciencia; forzoso es, por lo tanto, señalar la importancia de acrecentar ese valioso factor de enlace, dando fuerza al propósito de no infringirlas, todo lo cual favorece en grado sumo el proceso de evolución consciente. Ya no se cometerán faltas, no se contraerán deudas; tampoco se atraerán sanciones”. (Carlos B. González Pecotche, El Espíritu, p. 116)
Somos testigos de una
impresionante explosión tecnológica en la que día a día brotan por doquier todo
tipo de innovaciones, sucediéndose una diversidad de inventos y adelantos de todo tipo en los campos de la investigación, de las manufacturas y de todo aquello que contribuye al confort de quienes tienen la capacidad de adquirir una diversidad de bienes de consumo de la que están atiborradas las tiendas y mercados.
tipo de innovaciones, sucediéndose una diversidad de inventos y adelantos de todo tipo en los campos de la investigación, de las manufacturas y de todo aquello que contribuye al confort de quienes tienen la capacidad de adquirir una diversidad de bienes de consumo de la que están atiborradas las tiendas y mercados.
Todo este edificio
tecnológico indudablemente se sustenta en Leyes que no creó el hombre y que rigen
todos los procesos, en este caso de orden material, del mundo físico.
La rigurosidad con que se
cumplen dichas Leyes, permaneciendo inmutables en el tiempo es precisamente la
que permite que una diversidad de mecanismos creados por el hombre en los que
se respetan sus dictados, sus exigencias, puedan funcionar adecuadamente para
beneficio y deleite del ser humano en dicho orden material.
Interesante es de observar
que cuando no se respeta al cien por ciento las exigencias de las leyes que rigen
los procesos mecánicos, físico-químicos, o del orden que fuese, en todo tipo
de aparatos, simplemente no funcionan o
lo hacen de manera deficiente. Algo análogo ocurre en el mundo mental en donde
aunque se desconozca el mecanismo de las leyes que lo rigen, de la forma en
cómo actuemos dependerá el éxito o el fracaso de propósitos o conductas
tendientes a objetivos ahelados, si dichas acciones se ajustan o no a las
exigencias de dichas Leyes.
El creador de la Logosofía, Carlos B. González Pecotche, ha descubierto y puesto al servicio de la humanidad Leyes, también de origen Divino, pero que operan en el mundo mental, causal, trascendente o metafísico, tan real como el mundo físico y cuyo conocimiento es fundamental para no infringirlas por desconocimiento y por el contrario, disfrutar de la prerrogativa de su amparo, de su protección si acatamos conscientemente sus dictados.
Algunas de esas leyes, que
insisto, actúan en el mundo mental, son las de Evolución, Cambios, Correspondencia,
Caridad, Herencia, Afecto, Gratitud, Movimiento, Lógica, Iguadad, Causa y
Efecto, etc.
Nos dice el autor de la
Logosofía que las Leyes Universales son “justas, inexorables y eternas” y
mantienen en un supremo equilibrio el Edificio Universal.
El hombre, en su inconsciencia, agrede permanentemente al planeta en que vivimos y consecuentemente luego sufre las consecuencias de la destrucción de su entorno físico y en el plano mental, experimenta sufrimientos de todo tipo al infringir las leyes que rigen su relación consigo mismo y con los demás con conductas reprobables para la conciencia individual.
“En la naturaleza todo está regido por una norma universal; una norma que corrige a los infractores. En el orden civil se multa a las personas o se las detiene para que adquieran conciencia de ello y no vuelvan a incurrir en falta; en lo trascendente es exactamente igual, sólo que en vez de privárselas de la libertad o de multárselas, las leyes las corrigen haciéndoles comprender por diversos medios que no deben desacatarlas”. (Carlos B. González Pecotche, El Espíritu, p. 116)
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