Sobre el dolor humano.
Por Yandí Luzardo.
Desde hace miles de años se nos viene diciendo que el ser humano ha venido a este mundo al que se le ha llamado "valle de lágrimas", a expiar sus culpas, el “pecado original”, etc. Sin embargo, muy pocas veces se ha detenido el hombre a reflexionar sobre el sufrimiento físico y moral, sus causas y la forma de encararlo.
Si observamos los padecimientos de orden físico que experimentan individuos y pueblos enteros,veremos que una gran parte de ellos tienen su origen en la ignorancia, que conduce al desvío, al error y a la consiguiente sanción de las Leyes Divinas cuya suprema misión es precisamente la de restablecer el equilibrio cuando el hombre haciendo uso de de su libre albedrío muchas veces se empeña en romper.
Para ejemplo basta ponernos a pensar en los excesos del comer, el beber, o incluso de la actividad física y las consecuencias que a corto o largo plazo no se hacen esperar.El dolor entonces se presenta como padecimientos físicos, enfermedades e impedimentos para llevar a cabo determinada actividad .
Si analizamos los terribles sufrimientos que en este preciso momento experimentan pueblos enteros, veremos que no es un "castigo de Dios", sino, repetimos, las Leyes que rigen todos lo procesos micro y macrocósmicos, sancionan a quienes las infringen. El atraso cultural, los odios, la violencia sistemática, han vuelto territorios inmensamente ricos, en páramos en donde la desertificación progresiva ha traído por corolario las más espantosas hambrunas como es el caso de Etiopía o Somalía.
En cuanto al dolor moral, es esta una prerrogativa concedida a nuestro género, apareciendo toda vez que la propia conciencia reprueba las acciones propias o ajenas. De análoga manera a lo que sucede en lo físico somos nosotros los responsables de nuestro destino y dicho dolor se hará presente toda vez que los equívocos y actitudes erróneas nos orillen a infringir las Leyes a que aludiéramos en un principio.
Se objetará que muchas veces son las circunstancias o factores ajenos al propio ser, quienes generan muchos males, pero no estará de más reflexionar que no por casualidad nos hallamos en un sitio y tiempo precisos, experimentando dichos trances. Además, aunque sea en una mínima parte, somos responsables de todo lo que ocurre, estando en función del grado de conciencia y responsabilidad alcanzada y participación, en los sucesos que abarcan el complejo y extenso devenir de los pueblos.
El dolor, si bien no es deseado por nadie, abre una oportunidad para dirigir nuestra mirada a todo aquello valioso y hermoso de la condición humana y a la posibilidad siempre latente de edificar un futuro mejor en el cual el reconocimiento de los propios errores será ingrediente esencial para llevar a cabo los cambios de la propia conducta que garanticen el alejamiento gradual del dolor en nuestra existencia.
Por todo lo expuesto bien valdría meditar en las profundas palabras pronunciadas por el autor de la Logosofía que dijo:"De ti depende discípulo, que tus pies pisen espinas o pétalos de rosas".
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