Estrategia mental
Por: Carlos B. González Pecotche
Artículo publicado en Revista Logosófica en abril de 1943 pág. 03
Una de las enseñanzas logosóficas que asume extraordinario valor para la vida humana, es la que trata sobre estrategia mental. Su enunciado basta para deducir la importancia que reviste tan original conocimiento.
Desde que el mundo es un inmenso campo destinado a la vida del hombre, y desde que ésta, al ingresar en él, se convierte en una constante lucha, nada puede aconsejarse más a propósito que lo concerniente a estrategia mental, para que cada uno, practicándola en un severo y constante entrenamiento, pueda triunfar sin el menor género de duda.
Situándose en el género más lógico de las propias perspectivas y haciendo un cómputo de lo que se lleva realizado, cada uno podrá ver lo que en ese momento abarca su capacidad de empresa en el plano inmediato y en los subsiguientes de su porvenir.
Como estimamos que esta concepción es totalmente nueva para la mayoría, vamos a describir en qué consiste, pero antes, hemos de convenir en que es general, y hasta nos atreveríamos a decir, casi absoluta, la desorientación que existe en el estado humano respecto a cómo han de encararse y resolverse los problemas que continuamente surgen en la vida de relación y con los cuales pasa lo mismo que con los resfríos y la gripe: cada vez que éstos nos visitan con sus consiguientes molestias, preguntamos cómo deben curarse, aunque cientos de veces se hayan hospedado en nuestro físico y los hayamos expulsado.
En tales condiciones, la mente es incapaz de esbozar planeamientos que abarquen zonas de proyección propicias para el desarrollo de actividades que al convergir encuentren asegurada la culminación feliz de los movimientos que la inteligencia deberá efectuar para llevar a cabo los fines que el hombre se propuso.
Debemos expresar que la estrategia mental abarca todo el conjunto de las actividades humanas. La estrategia militar, por ejemplo, ha debido tener su origen en un sector de la mente, aquél donde debieron elaborarse los planes propios de las armas, lo cual ocurre primero, en la mente, digamos, del Estado Mayor, siendo luego trasladados esos planes a la miente del Jefe de Estado, quien a su vez debe combinarlos con la estrategia que ha concebido en el campo diplomático y, asimismo en el terreno de la economía y de la política.
Claramente se desprende de esto que mientras unos limitan la estrategia mental a una sola especialidad, ocupando con ella toda la mente, otros, únicamente distraen la atención de una parte de ella, dejando libre la restante zona mental para ser utilizada en preocupaciones que pueden ser múltiples, según sea el grado de capacidad.
El profesional, el comerciante, el industrial, etc., para quienes su ocupación constituye el gran objetivo de su vida, natural es que la órbita mental se reduzca a llenar ese único objetivo. Y a pesar de que en ellos no existe el menor asomo de conocimiento sobre el verdadero contenido de la estrategia mental, se observa un acentuado esfuerzo por colocarse en el terreno de las mejores probabilidades de éxito, lo cual significa que la experiencia, con el conjunto de reacciones que trae aparejada, les mueve por medio de las continuas fases que presenta en la lucha para hacer intervenir más a menudo la reflexión y corregir, mientras se afianzan y amplían los aciertos, cuanto constituye motivo de dificultad.
Quiere decir, en este caso, que han debido intervenir múltiples factores para decidir a las personas del ejemplo a modificar una y otra vez sus proyectos, porque aun cuando hubieran estudiado y analizado las formas variables de su realización, al llevarlos a la práctica debieron encontrar que mediaba una distancia apreciable entre aquéllos y la realidad. Con todo, dentro de esa limitación, y hasta sin saberlo, aplicaron, muy deficientemente e por cierto, algunas normas de la estrategia mental.
Para concebir una estrategia que abarque los múltiples movimientos inteligentes que requiere toda una vida de consagración al bien y al cultivo de las facultarles para alcanzar altos ideales, será necesario siempre, ser, en principio, un buen estratega, y para ello, la misma importancia del hecho puntualizado exige un lógico proceso de adiestramiento y capacitación que deberá realizarse progresivamente, a semejanza de la carrera militar.
El hombre, como la mujer, que no conforme con las perspectivas que le presenta la vida, aspira a dilatar el estrecho horizonte de su futuro, debe comenzar por ordenar sus pensamientos y disciplinarse en el sentido más amplio de la palabra. Las oportunidades no pueden ser mayores ni más variadas y numerosas para quienes prefieren el camino del esfuerzo inteligente, útil y constructivo. De cada uno depende, pues, la elección del futuro.
La Logosofía, al descubrir al entendimiento del hombre claves totalmente ignoradas para el mismo, brinda originales y extraordinarios medios de ilustración para conducir la vida hacia horizontes más amplios y dignos del género humano.
Vamos a presentar ahora algunas imágenes curiosas que habrán de tomarse como figuras de alto sentido y valor pedagógico, ya que su finalidad es facilitar al entendimiento una rápida comprensión del contenido que encierran.
Es muy corriente el encuentro de un logósofo con personas de cierta cultura que al hablárseles de estos conocimientos, cuya originalidad y fuerza sugestiva no escapan a su perspicacia, manifiestan empero, y a pesar de interesarles, hallarse satisfechas con lo que llevan admitido de entre todo lo que dio motivo a su especulación intelectual. Desde el punto de vista del logósofo, estas personas pueden figurar en el cuadro de los estudios psicológicos, con posiciones ya tomadas, de carácter visiblemente dogmático, que dan la sensación de estar atrincheradas en sus respectivos puntos fuertes. Aquí el logósofo inteligente debe actuar con la mayor prudencia, evidenciando una gran habilidad en el manejo de los conocimientos con los cuales piensa despertar el interés de las mismas, sin exponer estos pensamientos a que sean masacrados por el nutrido fuego que han de abrirle aquéllas desde sus trincheras.
Las circunstancias exigen al logósofo que sea científico en el campo de la ciencia, filósofo en el de la filosofía, político en el de la política, y así, sucesivamente, en las demás ramas del saber humano, puesto que debe demostrar primero, la igualdad de condiciones en los nobles duelos que han de depararle las situaciones, en su ardua lucha por imponer, con todo el vigor de la lógica y del acierto , sus profundas convicciones. Es allí, precisamente, durante esas funciones de alta difusión de los conocimientos logosóficos, donde habrá de mostrar su pericia y su idoneidad, a fin de probar sus elevados propósitos de bien. Siempre habrán de ser factores determinantes de sus triunfos, el empeño inteligente, perseverante, discreto, y el uso de una paciencia constructiva y benigna.
Es indudable que tan generosa expansión del espíritu no debe ser traicionada en ningún momento por el menor asomo de suficiencia o superioridad. El exceso de estimación de sí mismo perturba la entereza, muchas veces en desmedro de la propia dignidad, y la Logosofía ha observado que bajo el influjo de esa especie de embriaguez moral y psíquica, se pervierten sin querer los mejores sentimientos.
Ahora bien; si conceptuamos la mente como la plaza fuerte y principal de nuestro mundo microcósmico, se deberá optar por establecer una especie de pequeño campo de Marte donde habrá de alistarse un crecido número de pensamientos, que, por virtud de nuestra voluntad en ejercicio de las facultades que le concede la inteligencia, se transformarán en verdaderos soldados de la mente. Y lógico es pensar que éstos han de ser incorporados a diversos regimientos, tal como en las instituciones militares. Así, unos pertenecerán a la actividad científica, otros a la social, a la política, a la industrial, etc., ordenados en forma que no haya interferencias e unos y otros.
Siendo esto parte de la estrategia mental, cada uno efectuará rápidas maniobras de adiestramiento, sea en éste o en aquél de los sectores en que por preferencia o por obligación deba incursionar. Dicho sistema de capacitación permitirá intervenir con ventajas y aciertos, en cualquiera de los campos en que uno actúe.
Cuántas veces se ha observado, bueno es puntualizarlo, que en el terreno de la discusión franca y amiga aparecen deficiencias que prueban la falta de preparación. Por tal causa es que insistimos en mantener dentro de la mente, desde luego siempre que sea posible, ejércitos disciplinados de pensamientos que se hallen siempre listos para entrar en acción. Las ventajas que ofrece esta disciplina no tardan mucho en manifestarse a la conciencia del ser. Mas, ¿ cómo puede lograrse en pleno dominio de sí mismo, si antes no se han dominado en el campo mental y psicológico los pensamientos rebeldes que atentan constantemente contra el equilibrio del proprio juicio y la propia conducta? Véanse las inestimables prerrogativas que se abren al alma humana al contacto con estos conocimientos que fluyen con fuerza incontenible de principios que tienen su sede en las más fecundas concepciones de la inteligencia. El hombre en plena evolución consciente puede, pues, hacer de su mente campo fértil para las altas manifestaciones de la inteligencia en el plano de la estrategia mental.
Estamos viviendo una época en que habrán de experimentarse en el mundo cambios fundamentales en todos los órdenes de la vida humana. La Logosofía es, precisamente, una nueva concepción para la vida del futuro, y los conocimientos que entraña servirán sin lugar a dudas, a los hombres llamados a reconstruir el mundo, como auxiliares prominentes y necesarios para el cumplimiento de tan alta y humanitaria labor.
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