Actuación de los pensamientos
Artículo publicado en Revista Logosófica en diciembre de 1941 pág. 27
¿Qué importancia atribuye usted al pensamiento dentro de su vida? ¿Ha pensado que el hombre puede ser feliz o desdichado según sean sus pensamientos? ¿Que si opta por los mejores tendrá ventura y se ahorrará muchos padecimientos, y si elige los peores, su vida se tornará amarga? ¿Cree usted imposible poder diferenciar unos de otros?
En nuestro concepto, no sólo es posible, sino que constituye la prerrogativa más grande que pueda tener el ser humano.
Para llevarla a cabo debe comenzarse, lógicamente, por estudiar los propios pensamientos hasta conocer cuáles son los más habituales; de qué clase son; a qué acciones inducen; qué fruto han dejado aquellos que con mayor empeño se han alimentado, etc.
Tal vez este examen muestre a usted, lector, que uno de sus más persistentes pensamientos es, supongamos, el que le induce a jugar a los dados una o dos horas por día, y a usted, lectora, a dedicar dos o tres tardes de la semana a la crítica de la vestimenta u otra frivolidad similar. Y bien; ¿qué se ha ganado con ello? ¿Para qué ha servido? ¿Qué beneficios se han recogido para el futuro?
Igualmente pásese revista a otras compañías que frecuentan la mente, y se verá que no son más que un inútil lastre que retarda las propias actividades, o un foco de inquietudes, de irritabilidad o quisquillosidad que constantemente lleva a situaciones difíciles. Por ejemplo, este pensamiento nos aconseja enojarnos al menor rozamiento; aquél, a pensar que quién sabe lo que va a sucedernos mañana; este otro nos sugiere que más vale disfrutar ociosamente del presente que preocuparnos por el mañana. Y pongamos aquí un largo etcétera, que cada lector completará discretamente.
Prosiguiendo este estudio, veamos qué sucede cuando se debe afrontar una situación poco común, como hacer un examen o un concurso. Es frecuente que en estos casos aparezcan en la mente pensamientos de impotencia o de temor, que inhiben o paralizan en esa emergencia el uso de las facultades. ¿Cuántas veces se ha visto fracasar al estudiante mejor preparado sólo porque un pensamiento inhibitorio le impidió utilizar todo el acervo de imágenes que llevaba como bagaje de conocimiento? En estos casos, siempre se nota que apenas pasado el momento crítico, una vez tranquilizado el estudiante, advierte con estupor que para todas las preguntas que le hicieron tenía una respuesta satisfactoria; no pudo darlas, simplemente, porque un pensamiento de cortedad o de temor paralizó el movimiento de esas imágenes mentales.
De modo, pues, que el estudio de los pensamientos, su clasificación y selección, constituye una primordial necesidad humana. Es imprescindible saber qué pensamientos hay dentro de la mente; apartar sin demora a aquellos cuya influencia resulta inútil o perjudicial, y cultivar los de índole sana y constructiva Así comienza el verdadero arte de forjar una nueva individualidad.
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