Reacción de la naturaleza humana
Artículo publicado en Revista Logosófica en mayo de 1944, pág. 15
Cuando ocurren casos raros, de aquellos que la gente no está acostumbrada a presenciar, se los coloca habitualmente en la categoría de fenómenos. Y allí paran, por lo general, hasta las disgresiones científicas. Sin embargo, existen hechos que, por su naturaleza y por la repetición de Sus manifestaciones, deberían llamar a la reflexión, no sólo a la ciencia sino a toda la humanidad.
De un tiempo a esta parte, y ya con pronunciada frecuencia, se viene produciendo en la bella mitad del género humano una especie de reacción de la maternidad. Así es como ha podido saberse de madres que alumbraron tres, cuatro y hasta cinco criaturas simultáneamente. Nunca, desde tiempos remotos, se supo que haya acontecido un solo caso de tan marcada anormalidad. Ya eran de excepción los alumbramientos de mellizos; de modo que al exceder ese número de vástagos en los nacimientos, implica que se está produciendo un cambio fundamental en la historia de la sociedad humana.
Dejemos que la ciencia, por su parte, descubra las causas y explique a qué obedece semejante cambio en la fecundación sin que haya existido para ello ningún factor o razón biológica que hubiese alterado el normal funcionamiento del proceso de gestación en el claustro materno, y veamos cómo aparece a penetración logosófica este hecho que no puede pasar inadvertido, y ante cuya repetición no es posible permanecer sin concentrar agudamente el pensamiento para hallar una explicación que satisfaga las exigencias de nuestro juicio y sin que se planteen estos interrogantes: ¿Qué debe significar tal hecho para la conciencia humana? ¿No se estará infringiendo una ley natural que reacciona mostrándonos esos casos como señales o advertencias para corregir desvíos inexcusables?
Si con serenidad de juicio se recorre el proceso de las últimas generaciones partiendo de la segunda década de este siglo, se verá que la familia humana ha ido desvinculándose poco a poco de sus deberes mientras tomaba el camino de la frivolidad; día a día ha estado apartándose de las normas consagradas para la conservación de la especie. Aquella sentencia, "Creced y multiplicaos", parecería haber sido sustituida por ésta otra: "Cesad de tener hijos, reducíos a la nada".
Lo cierto es que la natalidad ha ido disminuyendo en escala cada vez más alarmante, a tal punto que ya es una costumbre que se establece en cada matrimonio, la de evitar los hijos. Esta oposición sistemática a la ley natural ha alterado el equilibrio, sin duda, de la substancia humana, que por ese medio reemplazaba las bajas de la especie en una constante compensación reguladora.
Se ve, pues, como si la ley tendiera a corregir el perjuicio ocasionado por la resistencia que opone la terquedad humana, haciendo que las madres que cumplen su misión, tan disminuidas en su número actual, libren a la vida varias criaturas a la vez. Habría en ello, conociendo la inexorabilidad de las leyes, implícitamente una seria amenaza en el sentido de que si los seres humanos no vuelven por los fueros de su propia naturaleza a conquistar el rango que entre las especies les ha sido dado, podrían degenerar poco a poco, tomando características impropias de su género, como sería el hecho de alumbrar muchos hijos a la vez.
Debe pensarse que no es cerrando los ojos del entendimiento a una realidad tan amarga, cómo se distancia un problema que ha de afectar a todos por igual. Es la naturaleza misma que reacciona frente al agravio que le infiere el ausentismo natal.
Pensamos que a su tiempo la ciencia habrá de encontrar justas estas disgresiones; más aún: esperamos que habrá de ratificar nuestro concepto y dar la voz de alarma a la humanidad. Por nuestra parte, seguiremos pensando que esa reacción de la naturaleza señala a los seres humanos sus errores capitales y les presenta la oportunidad de redimirse por la realidad de una existencia mejor y más digna de la que hasta aquí han vivido. Y si vemos cuanto está aconteciendo en el mundo, no será difícil llegar a la conclusión de que el fuego que está calcinando a tantos mortales, verifica a la vez la depuración necesaria para que surja purificado aquel a quien se llamó, rey de la Creación.
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