21 ene 2013

El desconformismo


El desconformismo




Artículo publicado en Revista Logosófica en julio de 1941 p. 13




El desconformismo es, podría decirse, sinónimo de discordia, desde que a la intemperancia propia que auspicia ese estado de reacción contra todo lo que disiente con el juicio personal o simple parecer, se agrega un movimiento mental de violencia que mantiene al ser en una especie de constante conspiración, propicia a toda acción vengativa.

En la mayoría de los casos, el desconformismo nace de ese complejo de inferioridad personal que hace al hombre susceptible a toda suerte de pretendidos agravios, que, por cierto, no lo son más que para la necedad del supuesto agraviado. 

No nos referimos aquí a la desconformidad que, por natural reacción del espíritu, sienten las personas frente a sus propios defectos, incapacidad o falta de conocimiento, ilustración o cultura, pues es natural que éstas se esmeren en eliminar las causas de su infortunio. 



Aquel que muestra con lealtad y sinceridad su desconformidad, siempre trata de atenuar las cosas o hechos que la promovieron, y ofrece su concurso desinteresado para restablecer la armonía entre su juicio y lo que contrarió su sentir o su pensar. Pero el desconformismo corriente es fruto de la intolerancia y de la insensatez; de ahí que haya sido utilizado con tanto éxito por quienes lo explotaron y siguen explotándolo para diseminar toda clase de ideas exóticas que promueven la discordia y el debilitamiento de los pueblos. 

No puede haber paradoja más ridícula que aquélla en que el hombre (nos referimos a un plural incontable), molestado y con gesto iracundo, manifiesta en pleno goce de sus libertades y usa de sus derechos, que prefiere vivir bajo una dictadura cruel a tener que soportar las "insolencias", por ejemplo, de un empleado público que no lo atiende con la premura que su intolerancia exige. 



Ya verá —dice despectiva y amenazante —cuando vengan otros a mandar. Y tras ese desahogo se alinea el saco con nerviosidad, "echando chispa", como suele decirse. Lo que menos piensa tan petulante insensato, es que mientras gime y despotrica contra un sistema de vida que hace posible una convivencia humana conciliable con todos los caracteres y costumbres, está auspiciando con su actitud otro sistema que, por cierto, le evitará esas contrariedades, si se tiene en cuenta que una vez implantado a nadie le será dado protestar, no ya porque no le despachen enseguida, sino porque como todos los asuntos serán atendidos por el Estado, apenas si quedará voluntad de enojarse luego de alguna "prevención" a modo de adelanto. 

La desconformidad, pues, al igual que todo cuanto emana del hombre, debe ser fruto de una actitud constructiva, como lo sería el sereno juicio que indica la necesidad de una modificación en tal o cual sentido, hecho, circunstancia o reflexión, siempre tendiente a solucionar las cosas, mas nunca a complicarlas o hacer de ellas fuente de discordia.


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