7 jun 2013

¿Qué pasa con el narcotráfico y la drogadicción?

Sobre el narcotráfico

Yandí Luzardo.

Nos encontramos en en pleno siglo XXI, en el cual la magnitud de los problemas que aquejan a la humanidad es tal, que rebasan y con mucho la capacidad de respuesta de los gobiernos y los diversos sectores de la sociedad. Uno de ellos es el narcotráfico con toda la secuela de violencia, destrucción y muerte que acarrea.


Desde hace muchos años voces de alarma se han levantado ante un problema que crece con tanta celeridad que ya se ha vuelto una amenaza para la estructura social misma, generando ello temores y angustia, no sólo por la magnitud del mismo, sino porque ya se sufren sus efectos a corto, mediano y largo plazo.

¿Y a qué se debe que pese a los denodados esfuerzos que diversos sectores sociales han emprendido desde tiempo atrás y a las ingentes sumas de dinero que se emplearan en el combate a la drogadicción y al narcotráfico persista y aumente día a día esta trágica situación?

Los problemas no se resuelven tratando de atacar los efectos sino las consecuencias. Es preciso ir a las causas aunque éstas, por su magnitud o cuestionamientos que generan, se traten de soslayar.

En primer lugar los responsables del consumo de drogas no son ni los niños ni los jóvenes, sino las generaciones que los precedieran y que no supieron darles ni el ejemplo ni la orientación adecuadas para situarlos paulatinamente en la realidad y para que pudieran disfrutar de sus encantos sin necesidad de buscar salidas fáciles, sin que tuvieran la compulsión de evadir dicha realidad en un quimera que acaba en un principio con su salud para tronchar al fin una existencia que pudo ser útil, grata, fecunda, pródiga en todo tipo de realizaciones.

El narcotráfico existe, porque en este mundo deshumanizado por el más crudo materialismo sin las barreras morales que pudiera contenerlo, constituye el más pingüe negocio, en cuyo desenvolvimiento se manejan sumas de dinero tales que superan abiertamente incluso a los presupuestos nacionales de muchos países.

Y ello se debe a que existe una demanda colosal de droga, o en otras palabras, a una desorientación tal, a una angustia existencial tal, a una ausencia de valores superiores tal,que millones de seres piensan en drogarse para tratar de eludir de alguna manera el infierno en que viven.

Allí está el problema, en una cultura que va a su desintegración porque sus bases son falsas, porque persigue metas que no son las esenciales, porque el estímulo mayor que se recibe en los medios de comunicación es consumir bienes físicos o enajenarse con todo tipo de distracciones o espectáculos cuyo epílogo es acrecentar el vacío existencial de una gran parte de la humanidad.

Por ello es preciso volver la vista a otros horizontes que paradogicamente están dentro de cada uno, para ir descubriendo los tesoros que yacen latentes en el corazón y la mente de cada ser humano y que serán al fin de cuentas los que generarán la presentida, la intuida riqueza, que no es la material, sino el caudal de valores espirituales, que volverán titanes a los hombres del mañana, invulnerables ante el desvío y la serie de males que acarrea la ignorancia de los bienes superiores.

Estamos plenamente convencidos que una nueva cultura, se hará presente en los siglos venideros; la cultura del espíritu, como ya ha sido señalado, en la que el hombre reencontrándose a si mismo, ya no tendrá necesidad de la droga, ni del alcohol, ni siquiera de las ansias de dominación y poder sobre otros hombres.

Una cultura en la que cada uno encontrará su propio espacio sin afectar a terceros y donde el deporte mayor consistirá en los adelantos que se logren en las gestas del espíritu, en la conquista de virtudes, en el ejemplo ante sí y ante los demás en todos los órdenes.

Una cultura en fin, en la cual cada uno desarrolle todo su potencial mental y espiritual como entidad humana y se encuentre a sí mismo en la pureza de su sentir, en sus más nobles afanes, en el bien que pródigamente haga a los demás .

Y ese momento, que no será ocaso sino aurora, habrá dejado definitivamente atrás las tinieblas que caracterizan los estados incipientes de evolución y los males que acarrean. Se habrá acelerado la marcha, ahora sí, con paso firme y seguro al reencuentro con el paraíso perdido, con nuestro origen espiritual, con la Divinidad misma.

"El mal radica en la mente de los hombres."

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